He estado luchando con la pregunta de qué decir sobre el último conjunto de escándalos de abuso que se publicaron en las últimas semanas. Una de las razones de mi lucha, es que estoy lidiando con mis sentimientos de traición y desilusión, de que cosas así puedan pasar en esta Iglesia que tanto amo. La otra, es que sé que estas continuas revelaciones dañan la confianza que usted ha depositado en todos los líderes de la Iglesia.
El tema del abuso sexual en la Iglesia ha sido como una nube oscura que pende sobre la Iglesia, durante la mayoría de los años en que he sido sacerdote. Durante mis años en el seminario, permanecí inconsciente de que la actuación sexual de cualquier tipo, podía invadir el santuario sagrado de nuestro seminario. En los años posteriores a mi ordenación, me enteré de que un compañero seminarista, Rudy Kos, se convirtió en uno de los abusadores de niños más notorios en su tiempo como sacerdote. En mi Diócesis de Dallas aprendí cómo una postura incrédula y defensiva por parte de los líderes podría permitir que situaciones como estas continuaran. También tuve la oportunidad de conocer a algunas víctimas de abuso. En un caso, tuve el honor de caminar con ella durante muchos años y de buscar con ella una respuesta justa de parte de las autoridades diocesanas. Desde aquel entonces, he orado diariamente y he ayunado semanalmente en beneficio de las víctimas de abuso. El dolor de las víctimas de abuso, especialmente el abuso por alguien que representa a Dios en la Iglesia, me ha conmovido enormemente. Muchos luchan por el resto de sus vidas con sentimientos de no ser amados, como si fueran solo un objeto para ser utilizados. Su dolor nunca desaparece por completo y su dificultad para relacionarse con Dios y confiar en alguien en la Iglesia es una lucha de por vida. Al llegar a El Paso, hace cinco años, descubrí que estábamos tratando o ya habíamos resuelto un número de casos que involucraban depredadores de niños. Ninguno de ellos era reciente y muchos ya no eran elegibles para enjuiciamiento. A medida que se conocieron los casos, buscamos identificar a las víctimas y ofrecerles la asistencia que pudiéramos. Nos aseguramos de que existiera una política de cero tolerancias y de que nadie que haya sido acusado de manera creíble, tuviese permiso para participar nuevamente en el ministerio. En nuestra diócesis, se nos ha ayudado enormemente por el trabajo de nuestra experta Coordinadora de Asistencia a Víctimas, Susan Martínez. Ella trabaja junto con nuestra Junta de Revisión Pastoral como miembro del Comité de Respuesta Pastoral, compuesto principalmente por terapeutas laicos quienes evalúan el reclamo y hacen recomendaciones sobre cómo la diócesis puede ayudar a la víctima, así como qué se debe hacer con el perpetrador. Ella alienta a la víctima para que informe a las autoridades. Si la víctima es menor de edad, ella reporta a las autoridades apropiadas. Susan también ha dispuesto para que me reúna con varias víctimas, cuando lo piden. Esta ha sido una experiencia muy desgarradora y conmovedora para mí. La mayoría de los casos de los que nos enteramos sucedieron hace mucho tiempo, pero siempre buscamos identificar a otras posibles víctimas. Recientemente hubo un caso creíble de abuso por parte de un sacerdote, Miguel Luna, el cual nos llamó mucho la atención. Él había sido removido del ministerio activo algunos años antes, debido a las preocupaciones que teníamos sobre su comportamiento, aunque ninguna víctima se había presentado. Cuando dos valientes mujeres se presentaron, anunciamos en todas nuestras parroquias y también anunciamos lo que aprendimos en los medios. De esta manera, pudimos advertir a cualquier nueva víctima potencial e invitar a otras a presentarse. Como resultado, una tercera víctima se presentó. El estatuto de limitaciones no había pasado para el caso de la tercera víctima, por lo que Miguel Luna actualmente está siendo procesado. Otro paso importante que hemos dado, es nuestro compromiso de crear un programa de capacitación ambiental seguro para llegar a todos los niños, el personal diocesano, parroquial y los voluntarios activos en la Iglesia. Se le conoce como VIRTUS y lleva a cabo verificaciones de antecedentes penales de todos los voluntarios y el personal, además de enseñar a niños y adultos, de una manera apropiada para la edad, cómo reconocer los signos de un posible abusador. En los últimos años, hemos entrenado a miles. Esperamos que proporcionemos las herramientas, no solo para proteger a nuestras parroquias de la presencia de depredadores de niños, sino también crearemos hogares y escuelas más seguros, donde ocurren la mayoría de los abusos. Confío que a nivel nacional, la Iglesia continuará buscando mejores formas de garantizar que ninguna persona, sin importar su rango, esté por encima de la ley. Mientras tanto, aquí en casa, continuaremos haciendo todo lo que esté en nuestro poder para recuperar la confianza que usted tiene derecho a esperar de los líderes en la Iglesia. Bp. Mark
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AuthorMost Rev. Mark J. Seitz Archives
May 2020
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