Una de las canciones que pasan regularmente por mi cabeza en este maravilloso tiempo del año al anticipar la Fiesta de Navidad es esa vieja canción popularizada por Bing Crosby, "Estaré en casa para Navidad". Me encanta ese cantante y la melodía, pero más que nada pienso que las palabras tocan algo muy profundo dentro de mí.
Un tiempo cuando esa canción significaba más para mí que cualquiera otra fue durante los años en que estudiaba en el seminario de Dallas, muy lejos de mi casa en Wisconsin. En los primeros años lejos de mi familia y amigos, así como de los bellos cerros que rodeaban la vista y los lagos que marcaban el lado rural de Wisconsin; yo había logrado manejar muy bien esa sensación de extrañar mi hogar. Pero el tiempo cuando el extrañar se volvía más intenso, era en esos días finales del semestre de otoño cuando los estudios alcanzaban un nivel de intensa ansiedad y era cuando se veía la Navidad en el horizonte. Al finalizar el largo viaje por carretera de regreso a casa, esa canción surgiría de mí y saldría de mi boca con un gran gozo, cantándola a dueto con Bing o haciendo una interpretación de solista. Que alegría era llegar finalmente después de 20 o más horas en la carretera; ¡y ser abrazado por mis padres, hermanos y hermanas, abuelos y amigos! ¡Qué sentido tan maravilloso de pertenencia al estar en ese lugar que llevaba un hermoso nombre, ‘hogar’! Ahora, muchos anos después, la canción todavía me mueve cuando la escucho o canto, pero el significado de hogar ha cambiado. El hogar donde yo crecí se vendió hace algunos años. De hecho, fue destruido para hacer espacio para un complejo de apartamentos. Mi madre ya murió. A mí me encanta visitar a mis seis hermanos que todavía viven en Wisconsin, pero claramente Wisconsin ya no es mi hogar. Viví en Dallas por más de 40 años, pero en muchas parroquias diferentes como es común en la vida de un sacerdote. Es agradable visitar familiares y amigos allá, pero Dallas no es mi hogar. En los cuatro años que he vivido en El Paso he llegado verdaderamente a amar este lugar tan único y especial. Me he sentido verdaderamente bienvenido aquí y me siento muy cómodamente como en mi hogar. Pero, sin embargo... Espero que no se ofendan en que les diga que El Paso no es mi hogar. Lo que he empezado a aprender es que no hay lugar en la tierra que sea verdaderamente el hogar que mi corazón extraña. Y así es como debería de ser. En una de las opciones de las lecturas de la mañana de Navidad podemos escoger del Evangelio de Juan, Capitulo 1, donde Juan nos dice de acuerdo a una traducción, "La Palabra se hizo carne y puso su “hogar” entre nosotros...". Un término un poco más preciso que la palabra hogar, según dicen los eruditos, es que él puso su “tienda” entre nosotros. Jesus no estaba buscando un hogar duradero cuando nació en un establo y fue puesto en un canal de alimentación llamado pesebre. La razón de tener una tienda es que se puede mover. Jesus nación en Navidad para poder guiarnos y acompañarnos a el hogar que está en el corazón de nuestras más profundas añoranzas –el lugar al cual todos pertenecemos, donde toda la familia de Dios se reúne para una nueva y eterna fiesta. Podríamos construir cualquier lugar en la tierra, pero sin importar que tan a gusto pueda parecer, es solo una tienda, una morada temporal que nos protege hasta que podamos llegar finalmente a nuestro hogar. Este año cuando cante, "Estaré en casa para Navidad" con gusto y alegría, tender en mente mi hogar verdadero en el cielo. ¡Que pasen una feliz y bendecida Navidad! Obispo Mark
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One of the songs that is regularly going through my head in this wonderful time of the year as we anticipate the Feast of Christmas is the old melody popularized by Bing Crosby, "I'll Be Home for Christmas". I love the singer and the melody, but more than anything I think the words tap into something deep within me.
A time when the song meant more to me than any other were the years I was studying far away from my home in Wisconsin at the seminary in Dallas. In those first years away from family and friends as well as the beautiful rolling hills and lakes dotting the countryside of Wisconsin I had managed the homesickness pretty well. But the time when the longing became most intense was in those closing days of the fall semester when studies reached a new anxiety producing intensity and Christmas loomed on the horizon. As I made the long trek by road back home that song would rise from within me and emerge from my mouth with great gusto as I sang along with Bing or did a solo rendition. What joy to finally arrive after 20 hours or more on the road and to be embraced by my parents and brothers and sisters, grandparents and friends! What a wonderful sense of belonging to be at that place which carried the beautiful name, 'home'! Now, these many years later, the song still moves me whenever I hear or sing it, but the meaning of home has changed. The home in which I grew up was sold long ago. In fact it was torn down to make space for an apartment complex. My mother has died. I love to visit my six siblings who still live in Wisconsin, but clearly Wisconsin is no longer my home. I lived in Dallas for more than 40 years, but in many different parishes as is common in the life of a priest. It is nice to visit relatives and friends there, but Dallas is not my home. In the four years I have lived in El Paso I have truly come to love this unique and special place. I have truly felt welcomed here and very much at home. And yet...I hope you will take no offense in me saying El Paso is not my home. What I have begun to understand is that no place on earth is truly the home for which my heart longs. And that is as it should be. In one of the options for the readings of Christmas morning we may choose from the Gospel of John, Chapter 1, where John tells us according to one translation, "The Word was made flesh and made his 'home' among us...". A more accurate term than the word home, I am told by the scholars, is that he set up his 'tent' among us. Jesus was not seeking a lasting home when he was born among us in a stable and laid in a feeding trough called a manger. The whole point of a tent is that it can be moved. Jesus was born at Christmas so that he could guide and accompany us to the home that is at the heart of our deepest longings--the place where we all belong, where all God's holy family gather for a never-ending feast. Any place we might build on earth, no matter how comfortable it may seem, is only a tent, a temporary dwelling which shelters us until that lasting home can be ours. This year when I sing, "I'll Be Home for Christmas" with gusto and joy I will have in mind my one true home in heaven. Have a very merry and blessed Christmas! Bp. Mark |
AuthorMost Rev. Mark J. Seitz Archives
May 2020
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