From The Office of the Bishop of El Paso Most Rev. Mark J. Seitz, D.D.
Statement of the Bishop of El Paso, Most Rev. Mark J. Seitz, on Recent Actions of the Supreme Court on the Death Penalty and Abortion
In two disturbing decisions today, the Supreme Court made itself the arbiter of life and human dignity.
One decision hands the administration the keys to the death chamber by clearing the way to the resumption of federal executions. The message of Jesus is radically at odds with coercive justice exercised by the government whenever it forecloses the possibility of mercy and hope. Just so, the death penalty idolatrously robs God of the last word. Pope Francis has challenged us to build a world where the death penalty is unthinkable and inadmissible.
The court’s other decision devastatingly furthers the acceptability of abortion in our culture, elevating a tragically flawed and destructive notion of autonomy over even basic medical standards for women.
Ours is not a country that unambiguously welcomes life. We are the only developed nation in the world without paid leave for mothers and universal access to healthcare. In the United States, women continue to be objectified and marginalized in our economic, political, and social life. For many, to choose motherhood or fatherhood today is to choose a life of heroic sacrifice.
But we are deceived if we think that the taking of unborn life in the womb is of no moral consequence. Abortion also idolatrously robs God of the last word and forecloses on mercy and hope. And Jesus teaches that death can never have the final word.
We must resist the throwaway culture that marginalizes, depreciates, silences, and discards the vulnerable. From our migrant families in immigrant detention to the child entrusted by the hands of angels to new mothers, to those brutalized by the ugly practices of racism, to our forgotten parents and grandparents in nursing homes -- let us never give up on life.
Let us build a world of compassion and justice, where the taking of all human life is unthinkable and inadmissible.
One decision hands the administration the keys to the death chamber by clearing the way to the resumption of federal executions. The message of Jesus is radically at odds with coercive justice exercised by the government whenever it forecloses the possibility of mercy and hope. Just so, the death penalty idolatrously robs God of the last word. Pope Francis has challenged us to build a world where the death penalty is unthinkable and inadmissible.
The court’s other decision devastatingly furthers the acceptability of abortion in our culture, elevating a tragically flawed and destructive notion of autonomy over even basic medical standards for women.
Ours is not a country that unambiguously welcomes life. We are the only developed nation in the world without paid leave for mothers and universal access to healthcare. In the United States, women continue to be objectified and marginalized in our economic, political, and social life. For many, to choose motherhood or fatherhood today is to choose a life of heroic sacrifice.
But we are deceived if we think that the taking of unborn life in the womb is of no moral consequence. Abortion also idolatrously robs God of the last word and forecloses on mercy and hope. And Jesus teaches that death can never have the final word.
We must resist the throwaway culture that marginalizes, depreciates, silences, and discards the vulnerable. From our migrant families in immigrant detention to the child entrusted by the hands of angels to new mothers, to those brutalized by the ugly practices of racism, to our forgotten parents and grandparents in nursing homes -- let us never give up on life.
Let us build a world of compassion and justice, where the taking of all human life is unthinkable and inadmissible.
DECLARACIÓN DEL OBISPO DE EL PASO, MOST REV. MARK J. SEITZ,
SOBRE LAS RECIENTES ACCIONES DE LA CORTE SUPREMA
SOBRE LA PENA DE MUERTE Y EL ABORTO
En dos decisiones inquietantes de hoy, el Tribunal Supremo se ha convertido en el árbitro de la vida y la dignidad humana.
Una decisión le da a la administración las llaves de la cámara de la muerte despejando el camino para la reanudación de las ejecuciones federales. El mensaje de Jesús está radicalmente en desacuerdo con la justicia coercitiva ejercida por el gobierno siempre que excluye la posibilidad de misericordia y esperanza. Así, la pena de muerte le roba idólatamente a Dios la última palabra. El Papa Francisco nos ha desafiado a construir un mundo donde la pena de muerte sea impensable e inadmisible.
La otra decisión de la corte promueve devastadoramente la aceptación del aborto en nuestra cultura, elevando una noción trágicamente defectuosa y destructiva de autonomía por encima incluso de los estándares médicos básicos para las mujeres.
El nuestro no es un país que da la bienvenida a la vida sin ambigüedades. Somos la única nación desarrollada en el mundo sin permiso pagado para las madres y sin acceso universal a la atención médica. En los Estados Unidos, las mujeres siguen siendo objeto y marginadas en nuestra vida económica, política y social. Para muchos, elegir la maternidad o la paternidad hoy en día es elegir una vida de sacrificio heroico.
Pero nos engañamos si pensamos que quitar una vida no nacida en el útero no tiene consecuencias morales. El aborto también le roba idólatamente a Dios la última palabra y le priva de la misericordia y la esperanza. Y Jesús enseña que la muerte nunca puede tener la última palabra.
Debemos resistir la cultura de usar y tirar que margina, deprecia, silencia y descarta a los vulnerables. Desde nuestras familias migrantes en detención de inmigrantes hasta el niño confiado por las manos de los ángeles a las nuevas madres, hasta aquellos brutalizados por las feas prácticas del racismo, hasta nuestros padres y abuelos olvidados en los asilos, nunca nos demos por vencidos en la vida.
Construyamos un mundo de compasión y justicia, donde la toma de toda vida humana sea impensable e inadmisible.
Una decisión le da a la administración las llaves de la cámara de la muerte despejando el camino para la reanudación de las ejecuciones federales. El mensaje de Jesús está radicalmente en desacuerdo con la justicia coercitiva ejercida por el gobierno siempre que excluye la posibilidad de misericordia y esperanza. Así, la pena de muerte le roba idólatamente a Dios la última palabra. El Papa Francisco nos ha desafiado a construir un mundo donde la pena de muerte sea impensable e inadmisible.
La otra decisión de la corte promueve devastadoramente la aceptación del aborto en nuestra cultura, elevando una noción trágicamente defectuosa y destructiva de autonomía por encima incluso de los estándares médicos básicos para las mujeres.
El nuestro no es un país que da la bienvenida a la vida sin ambigüedades. Somos la única nación desarrollada en el mundo sin permiso pagado para las madres y sin acceso universal a la atención médica. En los Estados Unidos, las mujeres siguen siendo objeto y marginadas en nuestra vida económica, política y social. Para muchos, elegir la maternidad o la paternidad hoy en día es elegir una vida de sacrificio heroico.
Pero nos engañamos si pensamos que quitar una vida no nacida en el útero no tiene consecuencias morales. El aborto también le roba idólatamente a Dios la última palabra y le priva de la misericordia y la esperanza. Y Jesús enseña que la muerte nunca puede tener la última palabra.
Debemos resistir la cultura de usar y tirar que margina, deprecia, silencia y descarta a los vulnerables. Desde nuestras familias migrantes en detención de inmigrantes hasta el niño confiado por las manos de los ángeles a las nuevas madres, hasta aquellos brutalizados por las feas prácticas del racismo, hasta nuestros padres y abuelos olvidados en los asilos, nunca nos demos por vencidos en la vida.
Construyamos un mundo de compasión y justicia, donde la toma de toda vida humana sea impensable e inadmisible.